Amanecíamos hoy con la noticia de Obama. ¿Pero es una sorpresa que iba a ganar?

Sin duda no. Tengo que confesar que siento envidia, por tener este tipo de líder. Lo votaría sin duda. Carisma, compromiso, cambio, convicción, motivación, inspiración, son palabras que podríamos atribuirle sin temor a equivocarnos. Me encantaría poder decir orgulloso: “Yo voté a mi presidente, estoy orgulloso de él y de mi elección. Quiero lo mejor para mi país, y estoy seguro que con este líder lo conseguiremos”. Por desgracia, aquí tenemos poca opción, y no sabes cual es es peor.

Escucho su discurso en Chicago, tras conocer su victoria, y sin ser ciudadano americano, me consigue involucrar, emocionar, incluso ilusionar. Me gustaría poder decir lo mismo de nuestra clase política. De no sentir vergüenza de nuestros políticos, de cómo nos representan en el exterior, de ser el hazme reír en Europa. Me gustaría sentir esa ilusión y confianza en un líder.

Veo los discursos de aquí, en España, y es triste, pero si además, te atreves a compararlos con este señor, Obama, sus gestos, actitud, voz, argumentos, presencia, capacidad de ilusionar, entramos en una fase de depresión nacional.

¿Hasta cuándo podremos aguantar con esta clase política? Políticos que están más pendientes de salvar su silla, y ver de qué forma utilizan la picaresca para seguir riéndose de los que los han elegido. El último escándalo es el de los Ipads, ¿50 Ipads perdidos? Pero es el la punta del iceberg, eso ha sido lo más mediático, pero la de cosas que no sabemos, y creo que es mejor no saber, mientras no vayamos a hacer tambalear el sistema.  Creo que es tiempo de una re-evolución. Cambiar los criterios que rigen este sistema, modificar el status quo y dejar de ver todo con el mismo prisma. ¿Porqué hacemos las cosas de esta forma? Porque siempre se han hecho así! Esa respuesta no me vale.

Estoy empezando a pensar, y el otro día lo comentaba, que el caso de España y Grecia, es un experimento sociológico, en el que se está empujando a la sociedad, para ver cuál es el punto de ruptura. Y ver hasta donde puede aguantar una sociedad, cuando la empujan al límite. Porque desde luego que parece lo que estamos haciendo.

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